martes, 11 de mayo de 2010

Hombres, mujeres y viceversa

- Oye, si me encuentro en el Badoo a dos tíos que se han enrollado con amigas mías y me intentan entrar a mí, la cosa ya se vuelve preocupante, ¿no? - preguntó la Rubia.

- La cosa es bastante normal si en tu perfil tienes puesto dame jaleo, jaleo -  apuntó la Escéptica provocando unas risas generalizadas ante la evidencia Rubia.

- ¡Me encantan las chicas discretas, que se callan como putas pero luego.... - Iratxe se moría de la risa.

La conversación de las cinco jóvenes giró hacia las nuevas redes sociales y sus consecuencias. Ana repuso que Internet había sido el gran punto de inflexión. Primero, porque hacía posibles las relaciones a distancia, mucho más llevaderas con Skype y Gmail. Ejemplo de ello era la relación de cuatro años que mantuvo con un ragazzo. Relación que, por cierto, se acababa de romper, dejando un balance final bastante positivo para las aerolíneas low cost. Ana lo argumentaba con ganas:
- Por otro lado, el Feisbuk da mucho asquito. Llámame antigua, pero yo prefiero eso del '¿me das tu teléfono?' Eso denota que te importa a un nivel más... no sé, personal. Si conoces a un tío una noche y acaba por pedirte el Feisbuk... mmmm.... mñe!!! Malo malo!!!

- ¡¡¡Claro, jajaja!!! - se reía la Escéptica apurando el ron con cola de vainilla, tumbada desde el sofá de enfrente. - Por eso tú siempre tomas la iniciativa, para decir 'ya te llamo yo, ya te llamo yo....' ¡y no llamar nunca! ¡Perra!

- ¡Peor es cortar con alguien por teléfono! Y creo que aquí algunas tienen por qué callar... - se defendió Ana dando un sorbo al martini - Además, así tengo la capacidad de decidir. Si me interesa... le llamo, y si no... no.

Todas se descojonaron, Qué sucias podían llegar a ser a veces.

- Yo estoy harta de esos ex novios que te rallan la existencia con mensajes a deshora. ¡Hay que darle al Botón Ignorar. ¡La Rubia lleva razón! - añadió Iratxe desde el sofá de la esquina - Hay que conocer a los hombres desde cero, a la mierda las relaciones ya contaminadas de años y mentiras, ¡¡viva Badoo!!

- Pues yo paso de Internetes, a mi me encanta tontear mientras soy transeúnte de aeropuertos, conocer a biólogos que te explican la teoría del carbono... Me follo sus cerebros. O ser camarera en un garito bohemio de Berlín. Ponerme detrás de la barra, con un buen escote y la melena al viento, poniendo cócteles y guiñando el ojo a tipos solitarios. Me follo sus ganas de follarme. O... - Andrea podía extender esa lista eternamente.

- Tú lo que tienes que hacer es sacarte la calculadora del coño de una vez, Andrea - le cortó Ana.

- Y tú fijarte en otros tíos que no sean unos muertos de hambre, que para eso ya tienes al Spaguettini - replicó Andrea lanzando una mirada de búho.

Los dardos ácidos eran un común en las conversaciones con sus amigas. No había realmente mala hostia en los cometarios, era sólo humor fácil, afilar un poco el colmillo, una ironía frívola. El exceso de años de amistad era lo que les daba precisamente el derecho a decirse todo lo que para cualquier otra hubiese significado la muerte inmediata.

La Rubia intentó poner paz y les recordó que los amores de aviones o cualquier otro medio de transporte no solían salir bien. En todas sus vidas, ni en aviones, ni en trenes, o autocares habían conocido a un sólo hombre que permaneciera en sus vidas. Y todas habían conocido bastantes hombres viajando. Asintieron silenciosas. La Rubia llevaba razón, al menos en eso se pusieron de acuerdo.

La Escéptica argumentó que ella había encontrado las respuestas en su Biblia particular: 'Open Fidelity'. Un libro robado de una cafetería de Edimburgo que apostaba por aceptar la naturaleza humana y las leyes de la atracción natural y no dejarse caer en la espiral hipócrita de las infidelidades. No hay un sólo amor en la vida, hay muchos y pueden ser sucesivos, paralelos, perpendiculares... Nos enamoramos y desenamoramos continuamente, porque pasamos nuestra vida rodeados de relaciones y compañeros (ya sean sentimentales, sexuales o intelectuales) que nos completan. Hay que respetar a la pareja sin renunciar a tener una relación abierta, honesta y completa. Que cada uno establezca sus propias reglas del juego y los cuernos dejen de ser un campo de minas donde revientan los corazones.

- Yo puedo aceptar ser un desliz, pero ser la otra... ¡Eso, eso es un auténtico coñazo! Por eso cuando doy con tipos casados nunca les doy mi número de teléfono. Ni siquiera mi verdadero nombre. Vivamos una mentira si es lo que quieres. Las mentiras a veces son bonitas - dijo la Rubia.

- ¡Y descubrir que hay otra! Que normalmente es una putada, pero a veces es un alivio, te da el empujón final que te convence a mandar a la mierda a una relación que ya estaba tocada - Dijo Iratxe repasando mentalmente infidelidades propias y ajenas que le habían resuelto más de una relación rota de final eterno. Miró a su alrededor. Esta es la Casa de No Juzgar, pensó.

- Si mentís es porque os da la gana. Porque perdéis fuerza por la boca. - sentenció Andrea  - De lo que no se habla, no ha pasado y punto.

- ¡Claro, por eso tú nunca te acostaste con mi compañera de piso aquella noche de borrachera en Candem!  - le recordó la Escéptica apuntándole con el dedo. - ¡Que luego te tuve que arrastrar por la nieve toda borracha!

Andrea torció el gesto. No se arrepentía de aquella noche, ni de Paula, que estaba bien buena. Pero Dios sabe que nunca había dejado que sus instintos bisexuales volasen tan alto, y aquella noche de no ser por los tequilas quizá nunca habría llegado tan lejos. ¿O sí?

Ana supo retomar el giro de la conversación, de los hombres, a las mujeres, y viceversa. Andrea le agradeció el gesto pasándole el canuto.

- ¿Y qué me dices de lo de Pilu? Menuda gilipollas.
- Ya, Pilu me odia por tu culpa, pero me da tanto igual... suspiró Andrea mirando a Ana.
- ¡Yo paso de resolver eso después de cinco años! Pasé por delante de su casa con Natalia y me descojoné de ella mientras la tía miraba por la ventana. Si nos confundió y pensó que eres tú, es su probelma - dijo Ana.
- Yo se lo explicaría, pero como desde entonces si me ve por la calle ni me mira, pues que la jodan - contestó Andrea - Estoy harta de las mujeres que disfrutan haciéndole la vida imposible y criticando a otras mujeres. Cuando se junta la típica jauría de marujas criticonas me pongo mala.
. ¡Yo También! - se apuntó al tanto la Rubia - Estoy harta de que la novia de mi ex me vea por la calle y me lance la mirada del tigre, ¡que yo no la he hecho nada, coño, que me da igual su vida!

- Sí, las tías somos muy malas a veces. Yo por eso os quiero rajar la cara a todas, porque estáis todas muy buenas - se rió la Escéptica. Las otras cuatro chicas se miraron con gesto serio, por primera vez en toda la velada.

- ¡Qué dices , tía! Lo que pasa es que cuando nos juntamos a los tíos les da el Síndrome Cheerleaders! Que si nos ves por separado no estamos tan buenas pero nos juntamos todas y bueeeenoooooooo!!! - dijo Ana.

Iratxe se reía desde la esquina del sofá, intentaba ver la estampa desde fuera. Cinco mujeres, cada una con su paja mental.

Andrea acababa de dejar a su novio inglés en Berlín y empezaba una relación furtiva con un italiano afincado en Madrid. Ana lo dejaba a ratos, y a ratos no, con otro novio italiano, estaba recién llegada de Londres y trabajaba por y para la fertilidad. La Rubia estaba harta del amor, y de pronto se enamoraba como una adolescente, y se decepcionaba otra vez. La Escéptica más o menos igual, todo en un plis plas. Ella misma ni siquiera sabía qué sentía ya, después de anular una boda propia y haber roto un matrimonio ajeno. Todas coincidían en una cosa: mejor si el padre de nuestros hijos sale rubio y bilingüe.

Ya estaba bien de hablar. Se levantaron de los sofás, se calzaron los tacones, mearon, se pintaron los labios, se rieron, se tomaron un chupito de tequila y se despidieron de la Escéptica anfitriona que las miraba con ojos de ídem.

Sonaba Alesha Dixon, en las calles de Madrid diluviaba y cuatro mosqueteras se lanzaban a cabalgar la calle, con sus heridas de guerra y sus ilusiones a cuestas. La Escéptica las miraba desde el balcón, apurando el té y un canuto. No había podido prestarles un paraguas.

¿Donde está el amor? A ratos en tí, en historias que se quedan en la noche lunática lluviosa. A veces aparece una persona y sin quererlo caes en una catarsis inevitable, luego todo cambia, para, rebobina, se agarrota, vuelve, se reblandece y nada es lo que era. No hay dos momentos iguales, y a la vez empieza a parecerte que ya has vivido esa sensación muchas veces. ¿No estás un poco mayor ya para abrazar el patetismo por amor? Si, ¡pero es que me siento de espíritu joven!

La cuestión es: ¿Encontraremos a ese hombre que supere el complejo de Peter Pan? ¿Que sepa estar a nuestro lado en la tarea de ser mujeres, madres, compañeras, amigas y cómplices? Y lo más difícil de todo, ¿que acepte nuestras neuras, manías, familias y además..... a nuestras amigas?

Pido el comodín de la llamada.